Opinión

Oda al retro

Por @Saturn32X

Corre el año 1988, lo digital es mera ciencia ficción y aún se sueña con que el próximo siglo traiga a la palestra todas aquellas historias y tecnologías que tanto nos han prometido desde el celuloide.

Vas de camino al colegio, contento porque para ti es el mejor día de la semana: viernes por la tarde. Tienes ganas de que terminen las clases para, como todas las semanas, acompañar a tus padres a hacer la compra de la semana al centro comercial al que soléis ir siempre; en él te espera la Boutique de la prensa, un pequeño establecimiento donde puedes encontrar toda clase de tebeos, y hoy te gustaría comprar uno nuevo de Mortadelo y Filemón o puede que de Superlópez.

Sin embargo, hay algo que capta tu atención de manera fulgurante: un nuevo establecimiento ha abierto sus puertas y de él emana un ruido que te es muy familiar.

De inmediato, te acuerdas de aquellos muebles con joystick y botones que llenaban tus tardes de ocio en los mil y un campings que recorrías cada verano junto a tu familia. Miras tu reloj Casio y ves que aún tienes tiempo, poco más de diez minutos para que empiecen las clases, e impulsado por una fuerza que tira de ti, entras.

Videojuegos con una calidad superior a la vista hasta entonces se encuentran frente a ti: Superman, Rastan —que por aquel entonces era conocido como «el juego de Conan»—, y, la que más te llama la atención, Robocop. En ella hay un muchacho, más o menos de tu edad que, manejando al famoso cíborg, dispara sin ton ni son a todo enemigo que aparece en pantalla.

Robocop
ROBOCOP (DATAEAST, 1988)
Rastan
RASTAN (TAITO, 1987)

Y de repente, sin saberlo, has quedado atrapado y tus gustos han empezado a cambiar. En el tan ansiado quiosco del centro comercial ya no te quedas mirando los tebeos, sino que ojeas una revista que tiene un tamaño considerable para los estándares y que acabarás comprando: Micromanía. Ya la habías visto otras veces, cuando era de un tamaño menor y regalaban un casete, pero no le dabas mayor importancia.

Una vez en tu casa, a la hora de cenar, devoras cada página y cada imagen sobre los juegos de sistemas como el Spectrum o el Amstrad CPC. Aunque las que se llevan la palma son las del Amiga: tan cercanas a las que viviste esa misma tarde en el salón recreativo. Las últimas páginas de la revista se convertirán en las más visitadas: catálogos y precios, tanto de juegos como de ordenadores, se compactan en tan solo un par de páginas. Spectrum, cuarenta mil pesetas; Amiga, ochenta mil. Suspiras y, de alguna manera, sabes que por tus propios
medios no serás capaz de obtener una de tan ansiadas máquinas; tendrás que esperar a una comunión o aprobar el curso. En tal caso, te prometes que mañana irás de nuevo a ese nuevo salón recreativo para alimentar a una de esas máquinas con una moneda de veinticinco.

Y así fue pasando el tiempo. Tus padres compraron un ordenador: puede que fuese un Spectrum, o puede que un Amiga si eres afortunado, o si no un PC con tarjeta VGA —no entiendes qué son esas siglas, pero pronto lo descubrirás cuando pruebes tu primera aventura gráfica—. También es posible que te llevases una decepción por no ser el ordenador que querías, pero esa sensación desaparecerá en cuanto te pongas a aporrear el teclado.

Recreativos
Estas imágenes pueden herir la susceptibilidad de los viejuners.

El tiempo pasa y llegamos a la década de los noventa, donde desaparecen sistemas y entran en escena unos nuevos competidores: las consolas. Más baratas que un ordenador y con los juegos más caros, pero la sensación de tener la recreativa en casa se incrementa. Y junto a este cambio llega otro, en esta ocasión, en la forma de un formato: el CD-ROM. Lo multimedia lo invade todo, desde la música hasta el vídeo. Aparece la famosa enciclopedia Encarta, visitas un Museo del Prado virtual por cortesía de un CD que viene de regalo en PC-Manía, y las demos de los juegos mensuales que aparecen en Micromanía vienen acompañados del tráiler de la película del momento.

Y sin que te des cuenta ya ha pasado la década. Ves cómo han desaparecido —en silencio, como si se quisiesen despedir sin molestar— videoclubes y salones recreativos. Y de esta manera llegamos al final del viaje, donde no ha sobrevivido nada de lo que hizo tan especial tu infancia. ¿O no? Aún puedes disfrutar de todos aquellos juegos que jugaste y los que nunca pudiste tener, ni tan siquiera cuando te los «prestaban»; la emulación vino a cubrir ese hueco que, sin duda, dejó un vacío que a todas luces parecía quedar residente en tu memoria.

80s

 
 

 

 

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Tranquilino Rodriguez

Nació viejo hace ya más de medio siglo. Desde entonces solo ha podido ir cuesta abajo y sin frenos. Prueba de ello es que dedica parte de su tiempo a dirigir y presentar un pódcast en Twitch llamado Increíble Pero Incierto. Como es un animal sediento de éxito y fortuna, está tratando de ofrecer a las masas su visión del clásico de Aventuras AD #LaAventuraCasiOriginal, una aventura de texto que, sin duda, le reportará pingues beneficios. Mastodon
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17bits
1 mes hace

¡Muy buen texto! Aunque técnicamente hablando no es una oda, me he visto identificado. No entiendo la baja valoración.

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